Vaya dos. Estamos hablando de una de las grandes épocas del automovilismo mundial y ellos tienen el 75% de la culpa. Una de las relaciones de admiración/odio más grandes de todos los tiempos. Un Prost brillante, fino, calculador y manipulador recibe como bicampeón mundial a la emergente estrella brasileña. Senna, seguro de si mismo hasta límites insospechados, arrogante, espectacular, rapidísimo y hábil elector de palabras. El coche, el McLaren MP4/4, rápido, potente y fiable, a la postre ganador de 15 de las 16 carreras de aquel 1988. ¿Resultado? El esperado. Dominio absoluto y armonía leve que se rompe a las pocas carreras. Tras algún atisbo de desencuentro, el circuito de Estoril es la mecha que hace estallar la bomba. En la segunda vuelta Prost se pone al rebufo de su compañero y comienza la maniobra de adelantamiento en plena recta de meta. De repente, Ayrton comienza a meter su bólido hacia el interior empujando al profesor contra el muro en una maniobra escalofriante. Finalmente el brasileño cede, tomando el francés la primera posición.
Prost declaró que si para ganar el título mundial debía jugarse la vida, a él no le merecía la pena. Senna dijo que el se jugaba la vida cada vez que se subía al coche, y que si algún día tuviese miedo, lo dejaría.
Un año después los dos compañeros vuelven a luchar por el título. Ayrton, menos regular que su compañero se ve obligado a ganar las 2 carreras que faltan para optar al campeonato. En Suzuka se vive uno de los más lamentables, a la vez que emocionantes episodios de este deporte. Tras una épica remontada Senna se dispone a adelantar a Prost en la chicane previa a meta. El francés, que sabe que si ninguno de los dos coches termina es campeón inicia el giro unos cuantos metros antes de la curva y colisiona con su compañero.
A pesar de que los daños no son elevados Prost sale de su coche mientras que Senna, con el alerón dañado pide airadamente ayuda a los comisarios. Estos le empujan y vuelve a pista. En las últimas frenéticas vueltas entra a cambiar el alerón dañado y en una sucesión de 3 vueltas increíbles da alcance a Alessandro Nannini, le supera y se hace con la victoria.
Pero mientras el brasileño se afanaba por volar hacia la victoria, el francés estaba teniendo una agradable conversación con Jean Marie Balestre, entonces presidente de la FIA, y cuando Senna llegó se encontró con que había sido descalificado por ""¿¿¡¡Saltarse la chicane!!??"" Las palabras de Prost fueron "siento que todo haya terminado así".
Y más que lo sintió un año después. El profesor se había ido a Ferrari, y tras un gran año en el que el F190 fue realmente competitivo los dos "amigos" volvían a Japón con el título en juego, aunque con los papeles cambiados. Prost necesita la victoria, y el abandono de ambos da el título al brasileño.
Senna había conseguido (para variar) la pole position y solicitó que se cambiara el lado de salida, ya que los que salieran por el lado de los pares (p2, p4, p6...) tenían ventaja ya que estaban ubicados en la parte limpia. Los mismos comisarios del año anterior le denegaron esa solicitud y Senna lo advirtió: "no pienso frenar. Si alguien entra en mi trayectoria ya sabe a lo que se expone". Y nadie puede decir que Ayrton no fuera un hombre de palabra...
A partir de ahí, declaraciones, sanciones, mentiras... Cuando Balestre dejó la FIA, Senna reconoció haber impactado a posta contra el Ferrari de Prost.
Más adelante el veto del profesor a que Senna entrara en Williams en el 93 dio continuación a la batalla. Esta terminó en Imola en 1994 cuando Senna comentó a un ya retirado Prost en la línea de salida del gran premio de San Marino; "Compañero, te echo de menos". Curiosamente estas fueron una de las últimas palabras que el tricampeón brasileño pronunció. Unos minutos después la curva de Tamburello se hizo famosa para siempre jamás.